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REFLEXIÓN MATUTINA
2 de mayo de 2019.
Suele suceder que, como en el reciente caso ocurrido en Veracruz que relata la protagonista del mismo, doña Adela Almendro, detalles que parecen insignificantes y en ocasiones hasta irrelevantes pueden llevar a conclusiones erróneas, que, en lugar de remediar el problema, por desconocimiento del Instructor o Jefe de Grupo, lo van a agravar, como fue el asunto que a continuación relato y en el cual prevaleció la sangre fría y el conocimiento de los detalles ocurridos antes, durante y después de una inmersión efectuada en la Laguna de la Media Luna.
ANTES, DURANTE Y DESPUES.
POR: Edwin Corona y Cepeda.
Era parte de la preparación básica del Curso de Buceador de Una Estrella o Principiante que se impartía en la Escuela Casa del Mar el que, tras llevar a cabo diversas prácticas, tanto de buceo libre en alberca, aguas abiertas y mar, la primera práctica con equipo SCUBA se llevase a cabo en la Laguna de la Media Luna ubicada en el Valle de Río Verde en el Estado de San Luis Potosí y para que esta se efectuase con éxito y sin incidentes, previamente se presupuestaba el costo de autobús que transportaría a los participantes (alumnos, miembros del Club, monitores e instructores) y en él, cual se incluía un seguro de vida y gastos médicos desde la salida y retorno del domicilio de Casa del Mar, así como la conformación de los grupos de buceo (6 alumnos y 1 monitor), los horarios de las diversas actividades (montaje del campamento, desayunos, comidas, cena, fogata y la inevitable práctica de natación de supervivencia, primeros auxilios y transporte de lesionados a cargo de los instructores David Velazco Carpio por aquel entonces Director de Rescate Acuático de la Cruz Roja y Pablo
Guadarrama quien se encargaba de la práctica de transporte de lesionados,
Así misino cada grupo, según su categoría (i, 2 o 3 estrellas) tenía asignado durante el buceo una misión especial (fotografía, vigilancia de los novatos, levantamiento de croquis, etc.)/
Después de la inmersión seguía el clásico reporte de cada monitor o instructor conforme a la tarea asignada.
Resulta que en una de estas múltiples salidas en las cuales, como era mi costumbre yo llevaba el último grupo de buceo y al salir del agua observe un inusitado movimiento de personas en el lugar por el cual acostumbrábamos entrar y salir del agua. Aclaro que en aquellos tiempos no se cobraba la entrada, ni existía el actual camino de madera que condice a la zona de buceo.
Ayudado por uno de mis monitores me despoje de mi tanque bibotella y no recuerdo si fue Emilio Peralta, Simón Pedro o Jorge García Penagos quien me indicó que uno de los alumnos parecía haber sufrido un accidente de descompresión, pero que ya un supuesto instructor de una organización norteamericana le iba a inyectar un sedante para que se le trasladará a una cámara hiperbárica, que por aquel entonces operaba en San Bartolo Naucalpan.
Al enterarme de la situación mi primera acción fue la de agradecer al supuesto instructor quien ya se encontraba jeringa en mano sus buenas intenciones, pero que a partir de ese momento yo me hacía responsable de la situación.
Y así fue
Mi primera acción fue la de preguntar al monitor al cargo si todos los integrantes de su grupo habían establecido correctamente los límites de tiempo y profundidad para un buceo de no descompresión. Aclaro que en ese tiempo no existían las computadoras de buceo y por la propia seguridad de los alumnos se les exigía conocer DE MEMORIA los límites de no descompresión (Tabla 1 y 3 de la U.S. Navy) –
Tanto su respuesta, como la de sus compañeros de buceo fue afirmativa y por lo tanto supuse que los síntomas que el alumno presentaba que eran frio y calambres en la pierna izquierda, ansiedad y reflejos tardíos podían deberse a otra causa y no al buceo. Así que solicite que el autobús que estaba a nuestra -disposición nos trasladase de inmediato al hospital de Río Verde.
Solicité, así mismo varias cobijas para disminuir el frio que lo atormentaba y Pablo Guadarrama improvisó, ahora sí de a de veras una camilla para su traslado,
Llegamos al hospital de Rio Verde en donde, de inmediato fuimos atendidos, el médico de turno inquirió sobre el suceso h inició la correspondiente revisión y le pidió al paciente se despojara del comentarle lo acaecido, soltó la traje de baño y la mostrara la espalda. Hecho esto en la nalga izquierda mostraba una mancha roja. Al verla el facultativo soltó la risa y me dijo; No se preocupe, ya se lo que le pasó a este muchacho, le picó una araña venenosa.
Y así fue que cuando retornamos a la Media Luna lo primero que hice fue ver el sitio donde el accidentado se había sentado mi alumno y, efectivamente era un nido de arañas,
El muchacho quedó en observación por 24 horas en el hospital y cuando le recogimos otra vez estaba fresco y rozagante.
Y después de esta experiencia, siempre me fijo donde voy a poner las nalgas,
Y colorín .,,,. colorado, que este cuento se ha acabado.
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