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José Luis Ortega Vidal
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El México contemporáneo, recién ingresado a la tercera década del siglo XXI vive envuelto en una Revolución cuya parte armada se refleja en una Guerra Estado versus Estado.
La última afirmación remite a textos de Claroscuros donde –desde un buen tiempo atrás- planteamos como muchos analistas, intelectuales, investigadores y escritores, la creación del Crimen Organizado por el Gobierno Mexicano.
Dicho tema requiere investigación propia, pero es posible establecer el siglo XX como un referente de línea histórica y la Postrevolución –específicamente el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, PNR- como un parteaguas de tal antípoda: El Estado creado para el mejoramiento social evoluciona para crear el abandono social.
Se trata, desde luego, de una condición dialéctica no exclusiva de México pero con particularidades ubicadas en nuestra Patria sobre todo por la ausencia de democracia durante siete décadas: desde 1929 hasta el año 2000.
Digamos: desde antes de Plutarco Elías Calles –el Maximato- en México existía la siembra ilegal de opioides, el consumo legal de marihuana, el tráfico internacional de alcohol hacia Estados Unidos y en consecuencia los respectivos grupos delincuenciales dedicados a estos menesteres.
El Estado, vía Gobierno, siempre lo supo, lo solapó y extrajo utilidades monetarias y políticas de ello.
Tal circunstancia histórica ocurrió en complicidad con Estados Unidos, por citar sólo un vínculo extranjero
El arribo de naturales de China con su cultura de cultivo y consumo de amapola y adormidera, sería un segundo caso.
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La Revolución Mexicana contemporánea –totalmente distinta a la de 1910- abarca entre otros elementos los siguientes:
- Se inscribe en la Revolución Digital del Mundo
- Forma parte de la Aldea Global prevista por el filósofo canadiense Marshall McLuhan, “el profeta de la era digital” (1)
- Nace en 1988, a partir de la negativa del PRI –entendido como Sistema Político, no sólo como Partido- a entregar el poder a la izquierda triunfante bajo la égida de Cuauhtémoc Cárdenas.
- Se desarrolla durante la década de los 90s
- Un momento clave se ubica el 1ro de enero de 1994 con la salida a la luz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas
- Se incrementa con la implosión priísta vía la muerte de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994
- Sufre un sesgo entre falso y verdadero con el arribo del Partido Acción Nacional y su candidato Vicente Fox Quezada al poder
- Coloca al país en una vorágine de sacudimiento estructural y superestructural durante las últimas cuatro décadas:
a) En lo político
b) En lo económico
c) En lo Social
d) En lo ideológico
e) Con menor impacto pero también en lo religioso
f) En lo educativo
g) En el control que evoluciona a descontrol del rubro de Seguridad. Aquí, específicamente, hablamos de una Guerra Estado-Crimen Organizado-Estado, dentro de la Revolución misma.
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Vayamos al pensamiento de Karl Marx:
“Superestructura
Conjunto de elementos de la vida social dependientes de la infraestructura. En este conjunto se incluyen la religión, la moral, la ciencia, la filosofía, el arte, el derecho y las instituciones políticas y jurídicas.
La tesis básica del materialismo histórico es que la superestructura depende de las condiciones económicas en las que vive cada sociedad, de los medios y fuerzas productivas (infraestructura). La superestructura no tiene una historia propia, independiente, sino que está en función de los intereses de clase de los grupos que la han creado. Los cambios en la superestructura son consecuencia de los cambios en la infraestructura. Esta teoría tiene importantes consecuencias:
- Por una lado, la completa comprensión de cada uno de los elementos de la superestructura sólo se puede realizar con la comprensión de la estructura y cambios económicos que se encuentran a su base;
- Por otro, la idea de que no es posible la independencia de la mente humana, del pensamiento, respecto del mundo económico en el que están inmersas las personas, lo que puede fomentar un cierto relativismo.En el caso de la filosofía, ello quiere decir que la historia de la filosofía no puede ser una historia interna del pensamiento (algo así como la historia de cómo unos sistemas filosóficos dan lugar a otros); es preciso apelar a algo externo a ella misma, como es la economía, para comprender la propia filosofía. Las teorías filosóficas son consecuencia de las circunstancias económicas y de la lucha de clases en la que está inmersa la sociedad en la que vive cada filósofo.” (2)
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