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Mientras que la mayoría se van con el señuelo de la rifa del avión presidencial, el país enfrenta serios escollos para este año, como la fragilidad de la empresa productiva petrolera del Estado en torno a la producción y su impacto en la recaudación fiscal, por lo que se augura un mayor endeudamiento; recortar programas estratégicos, amén de volver a emplear los fondos de contingencia.
No hay de otra, mientras sigan operando en Pemex una serie de funcionarios bisoños e ineptos, desde el director general, Octavio Romero, hasta los gerentes y otros niveles que tan solo al ver las comunicaciones internas que generan, cae uno en la cuenta que no tienen los niveles básicos de estudio y preparación para estar en puestos que son relevantes y más este momento que se requiere salvar a la otrora llamada paraestatal.
Antonio Ortega Martínez, miembro del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática y secretario de la Comisión de Hacienda e integrante en la de Presupuesto de la Cámara de Diputados, afirmó que con base en el balance presentado hace unos días por la Comisión Nacional de Hidrocarburos, no se alcanzará el objetivo de producción de un millón 900 mil barriles, ello se deberá, entre otras cosas, a que Pemex solo ejerció dos mil 864 millones de pesos de un total de 42 mil 462 millones aprobados para el desarrollo de campos (6.7 por ciento del presupuesto establecido).
Ortega Martínez explicó que esto es consecuencia, en gran parte, de los ajustes que se hicieron en el personal especializado de la empresa para poner –en su lugar– a gente improvisada que solo pudo terminar la perforación de tres de 28 pozos contemplados, además de que –de los 16 mil barriles diarios de petróleo que deberían sumarse a la plataforma ordinaria– solo concretaron 6 mil; es decir, únicamente el 34 por ciento de lo considerado.
La estimación de la plataforma petrolera no se alcanzará para este año y la aportación de casi el 17 por ciento de los ingresos presupuestados para este 2020 tendrá una baja que pondrá en jaque a las finanzas públicas del país, al tiempo de padecer a la baja la calificación de su deuda.
La imposibilidad de que Pemex cumpliera con el aumento a la plataforma de extracción petrolera solo es un elemento de ese coctel molotov que se está preparando, en que la estrategia comercial está debilitando la estructura de capital de la compañía.
El deterioro del perfil crediticio de la petrolera de modificar su perspectiva de estable a negativa, es otro ingrediente que volatiliza el entorno de negocios de Pemex.
La amenaza de quedarse sin combustibles, como ocurrió a principios de esta administración, está vigente y se mantiene como una espada de Damocles sobre el país.
La bola de nieve que cae sobre México y que la representa Pemex requiere un paquete de medidas inmediatas para revertir lo que podría ser irreversible, sin embargo, se mantiene la inercia que lleva a esa empresa productiva del Estado hacia el despeñadero y con ello al gobierno de la 4T. Solo es cuestión de tiempo para que ello ocurra.
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