Jorge Salazar García. 21/12/2025
Actualmente, con el propósito “de perpetuar el dominio de la minoría blanca” en América (Noam Chomsky, dixit) el siervo de los magnates, Donald Trump reactiva la Doctrina Monroe (1823) conduciendo su gobierno con la máxima franquista (1936): “¡abajo con la inteligencia! ¡Viva la muerte!”. Ahora mismo, bloquea militarmente la salida y entrada de barcos petroleros a Venezuela promoviendo el derrocamiento de Nicolás Maduro. Paralelamente, interviene en otros países latinos para imponer gobiernos afines a sus intereses. En México, por ejemplo, esa política intervencionista, planeada desde Wall Street, tiene los objetivos de recuperar el control sobre el resto del petróleo, recursos y minerales estratégicos que aún maneja el estado. Pues los yanquis no toleran que China y Rusia tengan algún acceso a ellos. Para impedirlo, Estados Unidos (EU) ya adiestra a quienes pudiesen sustituir a los actuales gobernantes en Venezuela y México: Corina Machado y Ricardo Salinas, (recientemente convocado a Washington) respectivamente. Sheinbaum, de momento, cede estratégicamente: restringe nexos con las potencias mencionadas, cumple la Agenda 2030, expide leyes (agua) conforme el tratado comercial (T-MEC) y permite discretamente la intromisión yanqui en México. Regresa el alarido ¡América para los americanos!

¿Por quién doblan las campanas?
Este subtítulo refiere el nombre de la novela escrita por Ernest Hemingway en 1940. Proféticamente significa que cuando las campanas suenan anunciando la muerte de alguien, lo hacen también por nosotros. Que no se debe permanecer indiferente ante la muerte de otros, porque nos disminuye como personas Esa frase del poeta y clérigo John Donne (S. XVII) rememora que “la muerte de cualquiera nos empequeñece porque estamos ligados a la humanidad“. Lo digno, entonces, es no ser indiferente ante el sufrimiento ajeno y hacer lo correcto; tal como lo hizo, precisamente, el personaje central de esa novela: Robert Jordán. Este norteamericano va a España (1936) a luchar al lado del gobierno republicano (embestido por los franquistas apoyados por Hitler y magnates anglosajones), muere luchando por ideales de Justicia y en contra de la codicia de las élites capitalistas. Los fascistas derrotaron a los republicanos e impusieron al dictador Francisco Franco que sirvió fielmente a los norteamericanos.
Hasta ahora, EU, ha sido relativamente exitosos en posicionar sus intervenciones como justas y necesarias divulgando que lo hace para rescatar a los pueblos de las garras del comunismo. Afortunadamente, cada vez que el imperio viola los elementales principios de coexistencia justa y pacífica, la resistencia crece adentro y fuera de los EU. Se les cae el disfraz de héroe dejando visibles sus taras políticas excluyentes, supremacistas, saqueadoras y fascista.
Hombres de conciencia
Regresando al intervencionismo de EU en México, es justo recordar que hubo ciudadanos norteamericanos que condenaron la política anexionista de los presidentes Andrew Jackson (1829-1837), Martin Van Buren (1837-1841), William Henry Harrison (1841). Por ejemplo, el senador Thomas Hart Benton, refiriéndose al respaldo secreto dado a los colonos texanos, comentó: apoyarlos “con el Ejército y la Marina de los Estados Unidos para luchar contra México, mientras estamos en paz con esa Nación, sería un crimen contra Dios y el hombre y contra nuestra propia Constitución […].” Por su lado, el ex presiente John Quincy Adams, dijo: “En esta guerra las banderas de la libertad serán las banderas de México, y las vuestras, me avergüenzo de decirlo, las banderas de la esclavitud… “. Agregó contumaz: Con qué autoridad, vosotros, teniendo la libertad, la independencia y la democracia en los labios, hacéis una guerra de exterminio…?” (La Lucha Contra los Gringos: 1847, Jorge Belarmino Fernández). Estos hombres de conciencia veían la gran hipocresía moral de EU al consentir tales villanías. Y tenían razón. Lamentablemente, su honorable actitud no trascendió, y el presidente John Tyler (1841-1845), socio de especuladores inmobiliarios dedicados al negocio de las plantaciones y de esclavos, retomó como propio, el asunto de la independencia de Texas.
Desobediencia Civil.
Otro ciudadano (admirado por Mahatma Gandhi) que condenó la invasión norteamericana a México fue Henry David Thoreau, un pacifista y anarquista nacido en Concord (Massachusetts) en 1817. Thoreau, además de oponerse a la invasión y al esclavismo, se negó a pagar impuestos. Fue encarcelado (1846) por esa causa y, aunque sólo estuvo prisionero una noche (alguien anónimo pagó su multa) mantuvo esa postura rebelde durante 6 años porque consideraba que pagar tributos era consentir esa infame acción gubernamental. Después de ese encarcelamiento, declaró que si un estado “encarcela injustificadamente; el único sitio digno para las gentes decentes es la cárcel.” De sus abundantes lecturas en Harvard, nacen sus ideas anticapitalistas, antiesclavistas, antiimperialistas de las cuales mostraremos algunas pinceladas tomadas de su obra “Desobediencia Civil, publicada en 1854.
Anticapitalista
Thoreau, consideraba que el precepto divino de trabajar 6 días semanales y descansar uno, debería ser invertido; pues, el Ser humano tiene el derecho al ocio con dignidad. Para él, brindar culto al éxito y al trabajo constante significaba la explotación de uno mismo. La cita siguiente (parafraseada) muestra su ideal sobre el trabajador: “Su propósito no debiera ser ganarse la vida o conseguir «un buen trabajo», sino realizarlo bien…”. Consecuentemente, recomendaba no contratar a quién trabajara por dinero, sino a quien le gustara su trabajo, porque “el que busca oro es enemigo del trabajo honrado”. Sobre los negocios decía que nada hay más opuesto a la poesía. Tenía claro que el objetivo principal del expansionismo estadunidense era mantener boyante la economía de esos capitalistas que se valen del gobierno para enriquecerse sin medida. Afirmó categóricamente que: “a mayor riqueza, menos virtud”; porque la obtención del dinero, en si mismo, no constituye ninguna gran virtud.
Antiesclavista
Era un franco opositor al esclavismo. A quienes vivían de él, les criticaba hacer una defensa hipócrita de la Libertad mientras expoliaban al indio de sus tierras y propiedades. Respecto a la Ley de Esclavos Fugitivos, (1850), Thoreau declaró que no obedecería esa “sucia ley”. Exigía que el Estado disolviera su alianza con los dueños de esclavos, aclarando: “Quiero que entendáis que yo respeto los derechos de los hombres de color más pobres y más débiles, oprimidos por el poder esclavizador, del mismo modo que respeto los de los más ricos y poderosos”. Se avergonzaba de que en su país el 14% de su población viviera en la esclavitud legalizada y de que, aunque existían muchos opositores a ella, muy pocos hacía algo por evitarla.
Antiimperialista
Resumiendo, Thoreau, no sólo se indignó por la prepotente agresividad y marrullería de su gobierno contra México; denunció la agresión, criticó los procedimientos y pasó a la acción. Recomendaba la resistencia pacífica porque, aunque el comienzo fuera pequeño; lo que se hace bien una vez, queda bien hecho para siempre. Razonaba que dejar de pagar impuestos a un gobierno controlado por el dinero, podría disminuir el derramamiento de sangre inocente. Comparó la política estadunidense con una molleja llena de arena y grava donde cada mitad correspondía a los dos partidos existente. Lo deseable, pregonaba, no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. Aspiraba a un gobierno que diera más valor a la vida; pues los malos, al restárselo, contribuyen a que todo pierda valor. Admiraba la máxima confuciana: “Si un Estado se gobierna siguiendo los dictados de la razón, la pobreza y la miseria provoca la vergüenza; si no gobierna siguiendo la razón, las riquezas y los honores son objetos de vergüenza». Continuará: la invasión.



