[vc_row][vc_column][vc_column_text]CAMBIAR DE RESIDENCIA, MIGRAR.
Una opinión diferente
Isael Petronio Cantú Nájera
Uno nace y el ombligo, aunque ya no se estila por cuestiones de salud pública, se queda enterrado en la tierra que lo vio a uno nacer, es una raíz profunda que luego se convierte en Patria, por los padres que también nacieron seguramente en el mismo lugar. Radicar, echar raíces, y crecer en el entorno familiar nos construye como sujetos en medio de un ser social complejo y lleno de ideologías.
Pero somos migrantes por naturaleza, por ser recolectores desde los ancestros y solamente a pocos miles de años, un poquito después de seguir los rebaños y alimentarnos de sus carnes, pudimos quedarnos en ciudades de manera sedentaria. La seguridad de la ciudad amurallada marcó los primeros límites del que migraba, del que cambiaba de residencia; luego en un arco de tiempo más corto, los imperios trazaron los límites más asombrosos.
En el lejano oriente, cientos de años les costaron a los chinos construir una gigantesca muralla con el fin de impedir los ataques mongoles y otras dinastías diferentes a la que gobernaba; no aguantó la muralla; pues tarde o temprano se destruía una parte y dejaba pasar a los ejércitos enemigos. En tiempos de paz, los peregrinos, estaban obligados a pasar bajo las puertas resguardadas por los ejércitos imperiales.
En occidente y sin saber que los chinos actuaban igual, el Imperio Romano construía murallas para proteger sus últimas fronteras: El Muro de Adriano que protegía a la Bretaña conquistada y retenía a los Pictos y a los Irlandeses, y más al norte el Muro de Antonino; los cuales, sin la magnificencia de la Gran Muralla China, no pudieron al paso del tiempo impedir que las otras tribus o pueblos las traspasaran.
Los “limes” romanos, pasando el tiempo se convirtieron en las fronteras que hoy conocemos, sin pasar por alto los bruscos cambios producidos por sendas Guerras Mundiales y la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas (URSS) actualmente Rusia.
En América, la Corona Española puso límites al mundo indígena, cuyas fronteras tenían límites más movibles; con las Guerras de Independencia y los acuerdos de las potencias Europeas las fronteras se estrecharon y encerraron pueblos; una gran movilidad en una frontera dio pie a la pérdida por parte de México de casi la mitad de su territorio.
Una muralla moderna, producto brutal de la guerra lo fue el muro de Berlín que separaba dramáticamente al pueblo Alemán y que fue destruido el 9 de noviembre de 1989.
Esos muros materiales, esas fronteras tangibles, son débiles en comparación con otro muro intangible que divide a pobres y ricos y que al final de cuentas es la razón por la cual se construyen los primeros. La división de la sociedad en clases sociales y estas de manera esquemática entre los que tiene el capital y los que trabajan para que los capitalistas les paguen un salario para su sustente, ha creado un muralla que en cada instante está siendo perforada, penetrada, desde la pobreza para acceder a la riqueza. No hay migración del mundo rico al pobre y si se hace, solamente es por morbo y placer, por turismo antropológico y saber cómo viven y mueren los pobres.
No hay duda que el centro económico del capitalismo se construyó en las culturas europeas en el hemisferio norte y que pronto el sur se vio colonizado salvajemente para explotar sus recursos naturales, al día de hoy, la fuerza de trabajo barata del sur sigue siendo el insumo más importante en la acumulación de capital.
Nada nos debe de extrañar que los pobres sureños asciendan por el ecuador y migren hacia el norte escalando y venciendo toda suerte de murallas, límites, fronteras y ejércitos, solamente por la simple necesidad de saciar el hambre y dar de comer a sus famélicos hijos. Nada los detendrá, porque quedarse a vivir en su tierra natal, en más de una forma, significa morir, morir de hambre.
La Europa Unida, se ha impuesto una opción más humanitaria para tratar el tema de la migración; sabe que ella es multifactorial y que la desigualdad económica entre sus países y el de los migrantes es el resultado de un capitalismo rampante que los expolió y lo peor encumbró feroces y genocidas dictaduras.
No sucede igual con el mayor perpetrador de daños a la globalización en estos últimos 60 años: los Estados Unidos, pues no solamente se benefició de su hegemonía posbélica, sino que impuso en todo el orbe un sistema neoliberal que destruyó las economías emergentes de las que se nutrió. Ahora, con un gobierno retrogrado y conservador: ha mandado cerrar las fronteras del mundo y justo de dos maneras: levantando muros y subiendo los aranceles para mantener la división de sus ricos y de nosotros los pobres…
Finalmente, como no hay muralla que contenga a los migrantes hambrientos, no queda de otra más que caminar… tenemos que caminar.
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