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Ángel Sammael Hernández García
La cultura Remojadas es una de las primeras civilizaciones de la cultura prehispánica mexicana, la cual ha sido poco investigada a profundidad. Las primeras investigaciones fueron realizadas por el arqueólogo Alfonso Medellín Zenil (1960), quien en 1950 llevó a cabo excavaciones en el estado de Veracruz y encontró pequeñas figuras sonrientes-silbato, relacionadas con la cultura totonaca. Las figuras fueron objeto de estudios más amplios y posteriormente catalogadas como parte de la cultura Remojadas (p. 78). Esta civilización se desarrolló principalmente en las regiones denominadas cuenca del Nautla, Xalapa-zona semiárida, Orizaba-Córdoba y Río Blanco-Papaloapan (p. 8).
Los asentamientos de esta civilización florecieron durante el periodo conocido como Protoclásico, una etapa evolutiva del Preclásico en la que surgieron civilizaciones protorurbanas y protoletradas (Daneels, 2005, p. 455). Es decir, se trataba de culturas con asentamientos importantes, pero sin vestigios escritos que permitan comprender su lengua. La cultura Remojada se caracterizó por su conocimiento en el cultivo del maíz. Sus principales poblaciones contaban con montículos de tierra sobre los cuales construían chozas como viviendas comunitarias y centros de culto religioso. Se cree que las habitaciones se ubicaban en las plataformas bajas o al nivel del suelo, mientras que en lo alto se encontraban las chozas-templo (Medellín, 1960, p. 7). Annick Daneels (2005) menciona que las construcciones de plataforma eran comunes debido a su larga duración, abarcando desde el Preclásico Superior hasta el Posclásico, con diferentes tamaños y funciones con el paso del tiempo (p. 472). Estas plataformas no solo tenían una función estructural, sino también simbólica y social, ya que podían servir como marcadores de poder y espacios ceremoniales dedicados a rituales religiosos o administrativos. Además, la construcción de montículos y plataformas pudo haber estado relacionada con la necesidad de adaptación al entorno, proporcionando estabilidad en zonas propensas a inundaciones o permitiendo una mejor defensa contra posibles ataques externos.
Otro factor que favoreció el desarrollo de la cultura Remojadas en el actual territorio de Veracruz fue la presencia de suelos arcillosos, lo que permitió una notable expresión artística (Medellín, 1960, p. 7). Destacan las figurillas de cerámica conocidas popularmente como “Los Sonrientes”. Adriana Núñez y Mayid Barzuna (2017) las definen como figurillas infantiles que deben su nombre a la amplia sonrisa que presentan. Su función principal era servir como flautas, silbatos y ocarinas, por lo que se ha debatido si eran usadas como juguetes o si tenían un significado ritual (pp. 12-13). Lo que es evidente, es que estas representaciones reflejan con gran detalle la vestimenta, la indumentaria ceremonial y algunas de las costumbres más significativas de dicha civilización, proporcionando valiosa información sobre su vida cotidiana, su organización social y sus prácticas rituales
Las figuras fueron elaboradas con la técnica de pastillaje y presentan rasgos faciales marcados con incisiones (Medellín, 1960, p. 66), lo que sugiere un uso ritualista. Para comprobar esta hipótesis, se ha recurrido al estudio de entierros funerarios. Aunque la cremación de cadáveres era común en las civilizaciones mesoamericanas, también existen sepulturas que arrojan información sobre sus costumbres. En ellas se han encontrado evidencias de perforaciones con motivos religiosos, así como casos de deformación craneana (Daneels, 2005, p. 467), afilamiento de dientes (Núñez y Barzuna, 2017, p. 13) y ennegrecimiento de estos. De acuerdo con los vestigios encontrados, se cree que los Remojadas practicaban cultos al sol, la luna, Venus, Ehécatl-Quetzalcóatl y Xipe (Medellín, 1960, p. 8).
Uno de los principales ritos compartidos por los Remojadas con otras civilizaciones mesoamericanas fue el sacrificio por decapitación mediante el juego de pelota, el cual estaba relacionado con el prestigio del individuo (Daneels, 2005, p. 467). Según las interpretaciones del juego, la pelota representaba el sol, y su movimiento continuo simbolizaba la vida. Si la pelota caía, representaba la muerte o el ocaso (Scott, 1978, p. 39). Los arqueólogos han hallado diversas canchas de juego de pelota en zonas arqueológicas de Veracruz, lo que refuerza la teoría de que esta práctica formaba parte de la cultura Remojadas y desempeñaba un papel fundamental en su sociedad. Dichas estructuras, eran características de las civilizaciones mesoamericanas, no solo servían como espacios para el entretenimiento, sino que también tenían un profundo significado religioso, político y social. Lo cual fortalece su relevancia dentro del desarrollo cultural de la zona.
El juego de pelota es solo una de las evidencias del contacto de los Remojadas con otras civilizaciones. Se han encontrado vasijas cilíndricas datadas en el Preclásico Superior con elementos cerámicos de culturas contemporáneas de Oaxaca y Chiapas (Daneels, 2005, pp. 462-464). Además, en la zona de Actopan se ha localizado cerámica con grabados de felinos, relacionada con la cultura teotihuacana y datada entre los años 150-550 d. C. (Scott, 1978, p. 27). El arqueólogo René Millón (1960) propone que la cultura Remojada pudo haber migrado hacia la zona de Teotihuacán (p. 6). Es probable que los Remojadas hayan tenido contacto con diversas civilizaciones de su época, ya sea por intereses comerciales o por relaciones sociopolíticas propias de la formación de civilizaciones posteriores.
Para concluir, la cultura Remojadas representa una civilización de gran importancia histórica que aún espera ser ampliamente estudiada y comprendida en su totalidad. Su legado se manifiesta en la rica producción artística, especialmente en sus características figuras de cerámica sonrientes, así como en sus avanzadas técnicas arquitectónicas y su compleja organización social. Esta cultura, que floreció en la región central del actual estado de Veracruz, desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de las civilizaciones mesoamericanas, dejando huellas que perduran hasta la actualidad. Su estudio y difusión son esenciales para comprender mejor los orígenes culturales de Veracruz y su conexión con otras sociedades prehispánicas de Mesoamérica.
Bibliografía
Daneels, A. (2005). “El protoclásico en el Centro de Veracruz. Una perspectiva desde la Cuenca Baja de Cotaxtla”.
Vagas Pacheco, E. IV Coloquio Pedro Bosch Gimpera: El occidente y centro de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México e instituto de investigaciones antropológicas, pp. 453-488.
Medellín, A. (1960). Cerámica del Totonacapan, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1960.
Millón, R. (1960). “The Beginnings of Teotihuacan”, en Antiquity, Vol. 26. Núm. 1, pp. 1-10.
Núñez, A. y Barzuna, M. (2017). “La sonrisa en la Cerámica Prehispánica”, en Revista Odontología Vital, San Pedro, Escuela de Odontología de la Universidad Latina de Costa Rica, Vol. 2, Núm. 27, Julio-diciembre. Pp. 7-14.
Scott, J. (1978). “Los Primeros Yugos Veracruzanos”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Vol. XIII, No. 46, México, pp. 25-48.