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@pablojair
Movimiento Ciudadano se presenta como un partido “nuevo”, como una “opción nueva” en la política, cuando todos sabemos sus orígenes desde el priato, cuando se llamaba Convergencia por la Democracia.
Fue su fundador, Dante Delgado Rannauro, uno de los distinguidos priistas en la época más gloriosa del tricolor, quien fundó dicho partido una vez que salió de la cárcel, ya que había sido acusado de peculado.
El ex gobernador veracruzano por eso rompió con el PRI y fundó Convergencia, que a la postre se convertiría en Movimiento Ciudadano.
La otra realidad es que el partido de la “nueva política” tiene un olor a viejo y rancio.
De hecho, ahí han arribado recientemente todos los políticos del PRI, del PAN y del extinto PRD, quienes no pudieron colarse a Morena y a la Cuarta Transformación, y buscan de cualquier manera seguir viviendo de la política.
Movimiento Ciudadano (MC) ha querido vender “juventud” y “modernidad”, pero en Veracruz está más que comprobado que cargan con una maquinaria oxidada y carente de estructura; o mejor dicho, de estructuras arcaicas que ya no tienen cabida en los nuevos tiempos del país y del estado.
¿Y quiénes las operan? Los actores políticos de siempre, entre ellos muchos prófugos del PRD, fichados por la justicia y aliados históricos del crimen.
Como ejemplo ahí tenemos a Gregorio “Goyo” Gómez, ex alcalde de Tihuatlán, imputado por homicidio doloso calificado y con prisión domiciliaria, convertido ahora en el gran padrino político de MC en el norte de Veracruz.
Es secreto a voces que “Goyo” tiene vinculaciones al crimen organizado y desde su casa dirige operaciones, financia campañas y decide candidaturas.
¿Lo liberaron por motivos de salud? Quizá: es el pretexto más socorrido para liberar a delincuentes que no aguantan la cárcel. Tampoco se duda que su salida es para armar candidaturas desde el sillón.
Su acto más reciente de “empoderamiento” de petatiux fue poner en juego a su viejo socio: Mariano Romero González, exalcalde de Papantla, hombre de estructura, pero también de sombras, con muchos claroscuros.
Ambos tienen algo en común, además del desprecio por la ley: su cercanía directa o familiar con hechos violentos. En el caso de Romero, la condena de su sobrino Ronaldo “El Churpio” a 50 años por secuestro y “levantones”.
Y en Papantla todos sabían que “El Churpio” operaba con la complacencia y protección de su tío desde el poder municipal.
Ahora se sabe que reapareció en Movimiento Ciudadano el ex dirigente estatal del PRD, Rogelio Franco Castán (recién salido de la cárcel), quien también fue secretario de Gobierno en el mini-mandato de Miguel Ángel Yunes Linares.
Franco Castán es un personaje que representa lo peor del PRD decadente, el que llevó a su inevitable desaparición: escándalos, denuncias y un oportunismo feroz. Ahora se reinventa bajo las siglas de Movimiento Ciudadano y este lo cobija…
Luego entonces, ¿dónde está la mentada frescura, la cacareada juventud, y la dichosa nueva opción?
Y es curioso porque mientras este trío de malandros resucitan y son celebrados en la zona norte, en Tuxpan estalló un motín en el penal, con saldo de siete fallecidos y once lesionados.
No hace falta ser “conspirativo” para entender la señal: las estructuras criminales se reactivan también políticamente. La delincuencia organizada no se jubila: solo cambia de estrategia y, a veces, de color. Al parecer, ahora es naranja como el uniforme de los PPL.
Lo más grave no es que Movimiento Ciudadano los reciba. Lo grave es que los necesita a falta de estructura en Veracruz.
En Xalapa, por ejemplo, tuvieron que apoyarse en la estructura del ex alcalde priista Américo Zúñiga Martínez, porque MC por sí solo no tiene nada.
Hoy se confirma que a MC lo sostiene un andamiaje de personajes oscuros, de pactos de lealtad con el pasado, de dinero que no pasa por los canales oficiales.
Y su dirigencia nacional —Máynez, Del Río Virgen, Carbonell— lo sabe: lo permiten porque lo avalan. Lo avalan porque lo operan.
Veracruz no necesita más partidos que sirvan de escondite o refugio de delincuentes: necesita limpieza institucional, ruptura real con el pasado y firmeza frente a quienes usan la política como tapadera.
En ese sentido, la gobernadora Rocío Nahle fue clara y directa: con Movimiento Ciudadano no se va a trabajar, porque con delincuentes no se gobierna.
Mientras tanto, el penal de Tuxpan sigue custodiado. Adentro, los reclusos. Afuera, los que todavía no caen. Pero ya se mueven en campaña.