*Lo que más preocupa a quienes laboran en la zona —especialmente en pozos y áreas operativas de alto valor— es la facilidad con la que los delincuentes obtienen datos precisos: nombres, hoteles donde se hospedan, e incluso rutinas.
Álex Cazarín
Las Choapas, Ver. — La madrugada de este martes, tres trabajadores del área de Perforación comisionados al Pozo “OME” fueron víctimas de un secuestro virtual en Las Choapas, en un hecho que no solo puso en alerta al sector petrolero, sino que evidenció la repetición casi exacta de un caso ocurrido justo un año atrás en el municipio.
Ignacio García López (62), Víctor Manuel Hernández Hernández (50) y Enrique Santana González (54), todos originarios de Reynosa, Tamaulipas, recibieron llamadas amenazantes cerca de las 5:00 a.m. mientras descansaban en el hotel Nicte-Ha, en el barrio Las Flores. Aterrados por lo que creyeron eran amenazas reales, salieron del lugar y se ocultaron en el hotel Sarabia Inn, a escasos metros, donde permanecieron incomunicados durante varias horas.




Su desaparición encendió las alarmas entre sus compañeros en el Pozo “OME”, ubicado sobre la carretera Las Choapas–Cerro de Nanchital, cerca de “Los Pericos”. Lo peor se temía: otro secuestro. Finalmente fueron encontrados sanos y salvos, pero uno de ellos ya había depositado 200 mil pesos, convencido de que su vida dependía de ello.
Este episodio calca, casi al detalle, el ocurrido el 18 de junio de 2024, cuando ocho trabajadores del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) fueron localizados tras permanecer ocultos en el hotel María Verónica, también bajo amenazas telefónicas. Aquella vez, las autoridades realizaron un operativo conjunto con la SSP, Policía Ministerial y Fuerza Civil para localizarlos, luego de que abandonaran sus unidades y dejaran de responder llamadas, generando un ambiente de pánico similar.
En ambos casos, los delincuentes utilizaron el mismo modus operandi: llamadas con amenazas de muerte, instrucciones para esconderse y un silencio obligado mientras se intentaba extorsionar a familiares o superiores. Ni las unidades abandonadas ni el comportamiento de las víctimas presentaban señales de violencia o distracción; todo fue psicológico.
La coincidencia en fechas no pasó desapercibida. A un año exacto, los hechos vuelven a golpear a un sector clave en la economía local. Los petroleros, lejos de sentirse seguros, hoy temen que una simple llamada sea suficiente para perderlo todo.
Aunque en esta ocasión no hubo necesidad de un operativo policiaco a gran escala, como ocurrió en 2024, el impacto emocional fue igual de fuerte. Los tres trabajadores no solo vivieron horas de incertidumbre y miedo, sino que uno de ellos fue víctima directa del engaño, entregando una suma considerable de dinero creyendo que negociaba su libertad. Hasta ahora, se desconoce si ese monto fue recuperado o rastreado por las autoridades.
Lo que más preocupa a quienes laboran en la zona —especialmente en pozos y áreas operativas de alto valor— es la facilidad con la que los delincuentes obtienen datos precisos: nombres, hoteles donde se hospedan, e incluso rutinas. Para muchos, esto apunta a filtraciones internas o vigilancia previa, lo que agrava aún más el nivel de vulnerabilidad.
A pesar de las recomendaciones oficiales de no caer en este tipo de extorsión, los hechos demuestran que el miedo sigue siendo una herramienta efectiva para quienes buscan dinero fácil. La pregunta que ahora resuena en el gremio petrolero no es si volverá a ocurrir, sino cuándo y con quién.