Cuatro universitarias más se suman a las denuncias contra el depredador sexual de la UV
@LíneaCaliente
Por Edgar Hernández*
Tras la denuncia pública de Paola “N” en contra del multiviolador sexual Carlos Alberto Hernández Apango, protegido del rector Martín Aguilar Sánchez, cuatro universitarias más decidieron presentar ante la Fiscalía General de Veracruz las denuncias correspondientes en su contra.
Mientras tanto, la Rectoría de la UV —hoy tomada de manera simbólica por estudiantes y profesores inconformes con la pretendida reelección de Aguilar Sánchez, vía prórroga— guarda un ominoso silencio.
En el caso de Paola “N” y otras estudiantes universitarias presuntamente violadas por el profesor Hernández Apango, se presume una sospechosa complicidad del rector al permitir la impunidad de quien hoy es considerado el depredador sexual más importante en la historia de esa casa de estudios.
La decisión de las estudiantes universitarias de la Facultad de Artes de la UV, atacadas en diferentes momentos por Hernández Apango durante los últimos cuatro años, se dio luego de que Paola “N” llamara públicamente, en un programa transmitido vía internet por Luis Emmanuel Domínguez, a no “ocultar más los actos delincuenciales del presunto violador y denunciarlo ante la Fiscalía General del Estado”.
El reclamo fue aún más allá: Paola “N” exige a la Rectoría de la Universidad Veracruzana suspender al profesor hasta que la Fiscalía defina su comportamiento criminal.
“No puede estar frente a un salón de clases quien busca satisfacer sus bajos instintos”, declaró a los medios, luego de poner al descubierto la actitud omisa de la Rectoría, que da lugar a la sospecha de encubrimiento.
Particularmente grave resulta el citatorio que la propia área jurídica de la Rectoría envió a Paola “N”, exigiéndole presentarse a una confrontación con su victimario y entregar “pruebas” de que no consintió el contacto sexual.
La afectada no solo rechazó ese mandato, sino que por escrito hizo ver a la Rectoría que ello representaba una violación al debido proceso y a la cadena de custodia que corresponde únicamente a la Fiscalía General de Veracruz.
Paola “N” señaló que esa exigencia vulnera las medidas de protección que resguardan su seguridad física y emocional, establecidas por ley, en las cuales incluso se fija un perímetro que impide exponer a la víctima al victimario, precisamente para evitar la revictimización.
Nada de eso pareció importar a la Rectoría, como tampoco la misiva en la que Paola “N” denuncia el comportamiento y las amenazas del profesor.
En su dramático relato, la joven asienta:
“Tras la violación me dio mucho miedo. No supe cómo reaccionar y, por vergüenza, decidí ocultar los hechos. No solo por el trauma, sino por el miedo de perder el Servicio Social y las represalias que pudiera tener dentro de la misma universidad”.
“La situación, sin embargo, escaló a niveles nefastos. Tras la violación, Hernández Apango intentó controlar mis amistades. Un ejemplo es cuando le escribió a una compañera, a su número personal, para que dejara de ser mi amiga porque yo era una mala influencia”.
“Al mismo tiempo, mantenía control sobre mi tiempo, mandándome mensajes para preguntar qué estaba haciendo. Pero a la vez me decía que borrara todo porque la directora de la Facultad de Artes tenía algo en su contra y lo espiaba”.
“Me exigía que no le escribiera nada porque, según él, su teléfono lo tenía hackeado la UV. Incluso llegó a amenazarme con molestar a la familia de mi novio de entonces, que vivía a un lado de la escuela. De hecho, esa relación terminó por lo mismo”.
“Y ahí no paró todo. El agresor me rogaba de rodillas que por favor no hiciera un escándalo”.
“Cuento todo esto para demostrar el nivel de manipulación y acoso que ejercía sobre mí, lo cual me inhibió de denunciar en un principio. Decidí alejarme para retomar el proceso de conclusión del Servicio Social cuando estuviera más segura”.
“La segunda vez que tuve contacto con mi agresor, Hernández Apango, fue el 14 de abril del año actual. Volví al edificio de Talleres Libres de Arte, anteriormente mencionado, para continuar el trámite del Servicio Social”.
“Ahí me lo encontré. Me dio mucho miedo, por lo que decidí salir del salón y él me siguió al pasillo. Me sujetó de manera forzosa de la mano, mientras frotaba sus dedos con mi palma”.
“Comenzó a hacerme preguntas sobre mi vida personal, específicamente sobre cómo se encontraban mis familiares cercanos. Me quedé pasmada por la presión psicológica que ejercía con sus actitudes pasivo-agresivas y lascivas. Su tono era totalmente inapropiado. Me hizo sentir muy incómoda. Primero su actitud era melosa, yo respondí cortante, y entonces me preguntó si todo estaba bien entre nosotros, como tratando de acallar lo que me hizo”.
“Ante mi rechazo, se mostró molesto y comenzó a cuestionarme groseramente, intimidándome. Luego se enfureció aún más y siguió cuestionándome, alzando cada vez más la voz. Eso me provocó un temor terrible y simplemente salí corriendo, con miedo, desesperación y sobre todo alterada”.
“Me estaba atemorizando nuevamente. Acudí con el maestro Carlos Ernesto Ríos, a quien le externé que trataría con él todo lo relacionado con mi Servicio Social. Él se mostró totalmente abierto, al igual que la directora de la Facultad de Artes, maestra Ana Gabriela Ramírez Lizárraga, quien convocó a una reunión el 16 de junio, a la cual también asistió mi madre, Helena Paola Laudi Herrera”.
“En la junta, la directora me preguntó por qué había abandonado el Servicio Social y no había asistido más. Sin aguantar más, comencé a llorar. Les dije que sí lo terminé y empecé a relatar, ante el asombro de todos, lo ocurrido el día en que se perpetró la violación”.
“Me puse muy mal, al grado de temblar por más de media hora. Vomité bilis como respuesta al estrés e, incluso, tuvieron que traer a una enfermera para que me calmara. En ese momento, la directora de Artes me dijo que esto era un delito y que contaba con todo el apoyo de la Facultad, pero que debía denunciar. De hecho, ya tenían conocimiento de algunos comportamientos abusivos del profesor, pero hasta esa fecha no había una denuncia formal”.
“Más tarde, ese mismo día, acudí con mi madre a la Fiscalía para poner la denuncia por violación sexual en contra del maestro Carlos Alberto Hernández Apango”.
No pasó nada. Tiempo al tiempo.
Premio Nacional de Periodismo