José Vargas.
Coatzacoalcos, Ver. — Nuevas denuncias internas han sacado a la luz serias fallas operativas en la planta de etileno del Complejo Petroquímico Cangrejera, uno de los pilares industriales de la región sur de Veracruz. Según fuentes al interior de la empresa, un tanque separador perteneciente al compresor de carga FA-202 opera en condiciones deficientes, generando vertimientos no controlados de sustancias químicas peligrosas hacia el sistema de drenaje pluvial.
La problemática, reportan los trabajadores, radica en la imposibilidad de mantener el nivel adecuado del tanque debido a la falta de mantenimiento, lo que deriva en el desvío de los residuos hacia los sistemas de captación pluvial. Entre los materiales que terminan vertidos se encuentran aguas de apagado mezcladas con sosa cáustica, una sustancia altamente corrosiva. Estos residuos llegan hasta la planta de tratamiento de efluentes, cuya capacidad de manejo estaría viéndose rebasada por la combinación inadecuada de los desechos, lo que ha generado malos olores persistentes en las inmediaciones, provocando el descontento de las comunidades aledañas.




El Complejo Cangrejera, inaugurado en 1980, es uno de los centros petroquímicos más importantes del país. En sus instalaciones se producen compuestos estratégicos como etileno, polietileno de baja densidad, óxido de etileno, estireno, benceno, tolueno y otros productos aromáticos derivados de hidrocarburos. Estos insumos son esenciales para la industria química, farmacéutica, de plásticos y manufactura. Particularmente, la planta de etileno transforma etano en etileno mediante procesos de craqueo, en los cuales se emplean temperaturas extremadamente altas y sistemas de alta presión. El etileno obtenido es utilizado principalmente para la fabricación de polietileno, ampliamente empleado en envases, empaques y productos de consumo masivo.
No obstante, la manipulación de estas sustancias implica riesgos latentes. El óxido de etileno —un subproducto del proceso— es reconocido internacionalmente como un compuesto cancerígeno; mientras que la sosa cáustica, empleada en diversos procesos de limpieza y neutralización, puede provocar quemaduras graves en piel, ojos y sistema respiratorio en caso de exposición.
El manejo deficiente de estos materiales no solo representa un peligro ambiental, sino también un riesgo directo para los trabajadores de la planta, quienes están expuestos a posibles fugas, inhalación de vapores tóxicos y contacto accidental con sustancias corrosivas. El historial reciente del complejo agrava las preocupaciones: desde 2021 se han registrado al menos seis incidentes graves, incluyendo incendios, fugas y explosiones asociadas a problemas de mantenimiento, particularmente en hornos de pirolisis y sistemas de seguridad.
Uno de los casos más recientes ocurrió en agosto de 2023, cuando una explosión en el horno BA-101 provocó lesiones en tres trabajadores. Los afectados presentaron cuadros de golpe de calor, aturdimiento por ruidos de alta intensidad y exposición a gases, confirmando una vez más la vulnerabilidad operativa de las instalaciones.
A la par de los riesgos laborales, la preocupación de los habitantes de las comunidades cercanas continúa en aumento. Los malos olores persistentes, asociados al deficiente tratamiento de efluentes, han sido motivo de múltiples quejas ciudadanas. Vecinos advierten sobre posibles afectaciones a la salud por la exposición continua a compuestos tóxicos y la posible contaminación del agua y los suelos.
Ante este panorama, diversos sectores han solicitado la intervención inmediata de las autoridades ambientales federales y estatales. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), así como la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) son llamadas a realizar inspecciones rigurosas, auditorías operativas y revisiones exhaustivas del manejo de residuos, así como de los protocolos de seguridad industrial en el complejo.
Mientras tanto, los trabajadores insisten en que las condiciones actuales de operación representan una “bomba de tiempo” que podría desembocar en una nueva contingencia mayor si no se corrigen las fallas identificadas de manera urgente.