Juan Carlos Zavala/ El Universal
Villa Hidalgo Yalálag, Oax.— En esta comunidad zapoteca de la Sierra Norte de Oaxaca las calles son angostas y pronunciadas. Para llegar a la casa y taller del maestro artesano de la huarachería, Walterio Ruiz Villanueva, hay que descender por un pronunciado camino de concreto, en el Barrio de Santa Catarina.
Las calles son de esta manera porque la población está asentada sobre un cerro rodeado de montañas tupidas de árboles de encinos, pinos y ocotes, entre otros, donde se combina y convive la vegetación del bosque de pino-encino y la selva baja caducifolia.
De este “cerro desparramado” en que viven sus habitantes es que se toma el nombre la comunidad: Yalálag, que le fue asignado oficialmente en el año 1510.
Walterio Ruiz, nacido el 22 de julio de 1949, se mueve lentamente y con esfuerzo porque recién tuvo una intervención quirúrgica.
Él afirma que conoció a Eulogio Cisneros Vargas, quien ideó el tejido tradicional y más característico de los huaraches de piel que se elaboran en la comunidad y que en los últimos días han sido el foco de atención por el plagio realizado por la empresa Adidas y el diseñador Willy Chavarría, en su nuevo modelo de calzado Oaxaca Slip On.
“Eulogio Cisneros fue el creador, cambió el tejido, lo modeló en este sentido. Nosotros le debemos a él este trabajo, que muchos no lo conocen; yo lo conozco. Este señor Eulogio fue contratado por otras familias, por otros huaracheros, lo llamaron a su casa para aprender”.
La evolución
Antes del año 1900, y al menos en las primeras dos décadas de ese siglo, explica Walterio Ruiz, las personas de esta comunidad utilizaban huaraches hechos con piel y elaborados de manera rústica con la forma conocida como “pata de gallo”.
Alrededor de 1920 llegó a la comunidad un hombre procedente de la ciudad de Oaxaca y de oficio talabartero, quien les enseñó a realizar los cortes de la suela y la vaqueta de una manera más fina.
Posteriormente, en 1958, un familiar de él —Eulogio Cisneros— modificó o creó el tejido que caracteriza actualmente a los huaraches de Yalálag. Por eso, afirma, fue su familia la que inició con este tipo de huaraches y después fue contratado por otras familias de la comunidad para que les enseñara a elaborarlo.
“A partir de 1958 llegó un pariente de nosotros que modificó el tejido, él se fue a dar una vuelta para no sé dónde, pero llegó y lo hizo de esta manera. Así nacieron estos huaraches, cuando se tejió de esta manera a toda la gente le gustó, porque es liviano, porque no es pesado y es fácil de usar… Nosotros como familia, ya lo veníamos haciendo, mi papá, mis hermanos. Eulogio es el que dio el lugar para otras familias, y así todo el pueblo lo hace”.
El parentesco surge porque Pedro Ruiz Peras, abuelo de Walterio Ruiz, fue criado por una familia de apellido Cisneros y cuyo patriarca era don Francisco Cisneros, quienes también se dedicaban a la elaboración de huaraches de manera rústica.
Entre los hijos de Francisco Cisneros estaban Platón, María, José y Eulogio; este último, tras regresar de un viaje fuera de la comunidad, dio forma al tejido de sus sandalias.
Más de un siglo de tradición
De acuerdo con el presidente municipal de Villa Hidalgo Yalálag, Eric Ignacio Fabián, en la comunidad hay unos 85 maestros artesanos dedicados a la huarachería y, sostiene, esta actividad tiene más de 120 años realizándose.
En esta comunidad zapoteca los conocimientos se preservan de generación en generación a través de la enseñanza de los padres a sus hijos o entre familiares, y ocurre en todas sus actividades culturales.
Por ejemplo, en la mayoría de sus hogares hay músicos, principalmente de instrumentos de viento, por sus tradicionales bandas con las que interpretan y componen jarabes. Su conocimiento no es lírico, todos saben solfeo y lo transmiten a sus hijos e hijas como parte de su cultura.
Pero también destacan otros oficios, como la elaboración de sombreros de cuero, máscaras talladas, el telar de cintura para la elaboración de su vestimenta tradicional y sus danzas, entre otras.
Una excepción, quizá, es Antonino Aceves Morales, un maestro de la huarachería que aprendió solo la elaboración de los huaraches.
Cuenta que siempre veía a los artesanos fabricar los huaraches y le dieron ganas de hacerlo, así que cuando tenía 10 años se animó a visitar a uno de ellos —Eduardo Aquino— para pedir que le enseñara. Pero él le dijo que no tenía tiempo para ello; no obstante, le dio un huarache que acababa de terminar para ver si era capaz de copiarlo y hacerlo por su cuenta.
“Me dijo: ‘si tienes ganas de hacerlo, llévate esto’ y me dio un huarache que acababa de terminar de tejer, y de ahí chequé dónde empezó, dónde terminó y cómo lo tejió. En un día hice un lado, porque estaba sin maestro. Gracias a Dios que me dio sabiduría para hacerlo, más tarde llegué a la casa del señor y le pedí que lo checara, y me dijo que estaba más o menos, el segundo que hice salió mejor. Y luego empecé a hacer sandalias para mujeres y ahorita ya llevo 43 años haciendo esto”, menciona Antonino.
El hombre aprendió a realizar todo el proceso, desde curtir la piel hasta la elaboración final de cada una de las piezas, así como los diferentes modelos de sandalias que se fabrican artesanalmente en Yalálag.
Ahora, es un maestro que ha enseñado el oficio a diferentes familias de la comunidad.
“Hasta ahora he enseñado a 35 de mis paisanos, a primos, amigos. Le enseñé a la familia Aceves Bautista, Aceves Cano, Aceves Cruz, Aceves Castellanos, Chimile Gómez, Chino Ortega y Chino Juan”, dice.
Un proceso que dura hasta tres meses
Los huaracheros de Yalálag realizan todo el proceso, que abarca desde la preparación de la materia prima hasta el producto final.
La fabricación inicia con el curtido de la piel de res. Primero, la piel cruda se lava y se mete en cal para eliminar el pelaje, después de la cal se introduce “al salvado”, que es el proceso para que la piel se ablande, y más tarde se mete en el tinte. Luego se pone a secar al sol, y en el “palo de macho” labran la piel para que tenga el grosor adecuado.
Anteriormente, explica Walterio Ruiz, utilizaban cáscara de encino rojo y encino blanco para curtir la piel que sería utilizada para la suela, cáscara de palo de timbre para la piel que sería utilizada como vaqueta (la piel que se teje sobre la suela). Bajo este método, la piel podría tardar hasta tres meses en estar lista, por eso era un proceso continuo para nunca quedarse sin la materia prima.
“Ahí se clasifica, la piel gruesa es para la suela y la piel delgada es para la vaqueta. La vaqueta sirve para la correa, para hacer el tejido del huarache. La cáscara de encino ya viene en fresco y se machuca con un mazo, con una piedra de río, se machuca y se hace polvo y eso es lo que hace que la piel se curta. Lleva un proceso muy largo”, indica.
Una vez que ha quedado la piel, los artesanos inician con el corte de la suela, según la medida de cada una de las hormas o moldes con forma de pie que es utilizado para la fabricación de calzado, y con el corte de las tiras para el tejido de las sandalias.
En Yalálag no es la única sandalia que fabrican, tiene varios diseños, algunos exclusivos para mujeres y otros para ser utilizados en el campo o en trabajos más pesados y que tienen mayor resistencia. Walterio Ruiz explica que tarda una semana en elaborar una docena de huaraches.
Además, también para algunas sandalias utilizan pieles traídas desde el estado de Guanajuato, o pieles sintéticas.
Mercado reducido y el mal del regateo
Los maestros huaracheros de Villa Hidalgo Yalálag tienen pocos espacios para comercializar sus productos. Walterio Ruiz menciona que sus ventas las realiza cada domingo en el mercado de Tlacolula, donde tiene un lugar; Antonino Acevedo vende en el mercado de Zoogocho, cada jueves, y tiene algunos clientes que llegan directamente hasta su taller.
Además de este mercado de venta reducido, también se deben enfrentar al regateo, es decir, a la intención de algunos clientes de pagar menos por cada par de sandalias. En promedio, el par se vende en 450 pesos, pero a veces les quieren pagar hasta en 300 pesos.
“El precio en Tlacolula apenas llegan a pagarlo en 400 pesos, con mucho regateo. Nosotros pedimos 450, pero nos regatean a 400 y hasta 300 pesos. Es que no valoran, pues. Nosotros qué podemos hacer para que la gente compre lo bueno. La gente que sabe el huarache que hay, cómo es, sí lo paga. Ya llega mucho turista de fuera, que lo valoran más. Y vienen los americanos con tallas de pie muy grandes, y también los hacemos”, apunta Walterio.
Por eso, para ambos maestros artesanos el plagio de la marca Adidas y del diseñador Willy Chavarría los hace sentir molestos; no sólo porque la empresa tiene una capacidad económica para vender y obtener grandes ganancias con un calzado basado en el diseño creado en la comunidad, sino porque también se trata de un elemento que forma parte de la identidad cultural de Yalálag.
“Es un poco molesto, porque el huarache nos ayuda mucho porque nos da dinero, y nos molesta porque nos robaron el modelo”, dice Antonino Acevedo.
“El plagio nos da tristeza, lo bueno es que el gobierno tomó cartas en el asunto y así hemos podido hacer una demanda, y gracias a la autoridad que está encabezando esto, nosotros hemos escuchado el plagio (…) Necesitamos asesoría, porque hacemos muchos tipos de huaraches, como la sandalia de mujer que se ideó desde antes de 1920, y los huaraches para trabajar en el campo”, menciona Walterio Ruiz.