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La costumbre que mata…
Una opinión diferente
Isael Petronio Cantú Nájera
Hace un año exactamente la gente estaba votando con la firme intención de derrotar un sistema corrompido hasta la médula; donde los efectos más deletéreos de ella se manifestaban en el robo sistemático del erario y el quiebre del Estado en materia de justicia y seguridad, cuyos indicadores eran la pobreza y el ascendente número de homicidios dolosos y de alto impacto.
A lo largo de esos doce meses, la impronta del combate a la corrupción la vimos en PEMEX y el Huachicoleo… miles de millones de dólares robados de manera sofisticada y burda a la vez, de tal suerte que se le permitió a los pobres robarse las migajas, pelearse y morir por ellas, porque los verdaderos ladrones, lo hacían desde los sofisticados sistemas de control y seguridad.
Vimos también el despliegue errático, pero con profundo sentido político, del ejército y la marina en el territorio nacional en una guerra de baja intensidad, cuyo fin principal era: amedrentar al ciudadano y evitar su rebelión. Los diseños de las “guerras de baja intensidad” son producto de los órganos políticomilitares de los Estados Unidos.
De igual manera, el grueso del trasiego de la droga, de secuestros, prostitución, piratería, corresponde a los grandes capos que tienen a sus políticos en turno y el menudeo y el sicariato queda en manos otra vez de los más jodidos.
A lo largo de una generación (30 años) la corrupción se hizo mala costumbre y penetró en la consciencia de la población como un mortal virus que los convirtió en zombis. Donde se mirara, o donde se mire: las manifestaciones amorales y antiéticas están presentes: desde la presidencia de la república hasta el más jodido de los presidentes municipales; desde el magistrado de la suprema corte de justicia hasta el más miserable de los jueces; desde el ciudadano más rico hasta el más paupérrimo, vemos que todos actúan en contra de la ley u omiten su cumplimiento.
Es la costumbre dirán los viejos; el Ethos de los griegos o la Mores de los romanos; esa conducta que por repetirse en largos periodos de tiempo terminan formando los buenos hábitos de la gente y con ello de un país… pero cuidado: ¡También hay malas costumbres!
Podemos decir de manera general que nuestra costumbre actual se manifiesta con mayor proclividad a favor de las conductas corruptoras, siendo esta resultado de la imitación que hacemos de las “personalidades” que viven corrompiendo la función pública.
Afortunadamente en todo periodo conviven por lo menos tres generaciones; así, podemos encontrar gente menor a los diez años, otra que tiene menos de sesenta años y otra más que tiene una edad mayor; en esa mezcla de personas se fusionan lo nuevo y lo viejo y en su debate se resuelve el rumbo a seguir.
Es importante reconocer que el Estado y la Cuarta Transformación tienen un sentido positivo desde el momento que contribuye a la protección y seguridad de la vida, la libertad y la propiedad; que es el Estado y su imperio sobre la Ley y los órganos de Seguridad Pública quien debe ante todo garantizar esos derechos y permitir que la sociedad avance en su desarrollo en un ambiente de sustentabilidad.
Con la constitución de la Guardia Nacional, el fallido Estado Mexicano, intentará sellar el muro poroso de la legalidad, enfrentando de manera más eficiente y eficaz a las bandas delincuenciales que ante la impunidad y la corrupción se les permitió proliferar en el país; si detenemos la impunidad, seguramente iremos aprendiendo a tener un temor reverencial a la Ley.
Obviamente, no todo se resuelve con una “nueva policía”; sino más bien con la construcción de una nueva cultura nacional que remonte la “costumbre de la corrupción” y ponga entre los buenos hábitos: el respeto irrestricto a la ley; porque sin duda: la mala costumbre mata.
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