“El fascismo es capitalismo en descomposición” (Lenin).
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Jorge Salazar García.
Como si no tuviera bastante con una clase política de neoliberales camuflados, nuestro país ahora enfrenta al fascista de la Casa Blanca, Donald Trump (DT); a quien no es exagerado calificarlo de ese modo, dado que fue financiado por grupos de extrema derecha aprovechando esas condiciones fascistas que rebrotan cuando la renta del gran capital disminuye y el miedo social crece. Pues como dijera Lenin: el fascismo es capitalismo en descomposición. Siendo México leal reproductor del sistema neoliberal, parece pertinente indagar, brevemente, si las causa del fascismo también están presentes en la 4T. Para identificarlas se han consultado entre otra obras: La rebeldía de Pensar (2006, Oscar de la Borbolla), Para combatir esta era”, (2017, Rob Riemen) y Anatomía del Fascismo (2006, Robert O. Paxton).
Origen y causas del fascismo
Liderado por Benito Mussolini, en Milán, (23/03/1919), nace el fascismo con la finalidad de “declarar la guerra al socialismo”. El fascismo se caracteriza por su predisposición a la acción violenta, al antiintelectualismo y servir a oligarcas. Thomas Mann, dos meses después de ser nombrado Hitler canciller de Alemania (1933), escribió que el fascismo era contrario a las ideas, lo noble, lo mejor, lo decente, la libertad, la verdad y la justicia: “La escoria vil había tomado el poder, con inmenso regocijo de las masas”, concluyó. Por su lado, el filósofo e historiador italiano Benedetto Croce dijo que Mussolini agregó un tipo de gobierno más a los descritos por Aristóteles (tiranía, oligarquía y democracia): el de la onagrocracia; es decir, un gobierno de asnos salvajes. No es raro que México, siendo laboratorio del neoliberalismo, haya sido gobernado por sujetos de esa calaña que permitieron recolonizar el alma de las nuevas generaciones con ideas de mercaderes a quienes estorba la ley y se benefician con el abuso y la explotación generalizados. La economía de mercado hecha gobierno, causa el fascismo debido a que, con el auxilio de los recursos públicos, elimina al competidor, al diferente y las libertades. Murray Rothbard, miembro de la escuela austriaca, lo confirmó diciendo que en una economía fascista “las grandes corporaciones se quedan con las ganancias mientras los contribuyentes financian las pérdidas”.
Sabiendo lo anterior, López Obrador se propuso separar el poder económico del político y, claro, abandonar el neoliberalismo. Lamentablemente, no sólo fracasó sino fortaleció esa perversa alianza; aunque, debe reconocerse, matizada con medidas nacionalistas. Su sucesora, Claudia Sheibaum, con una élite militar aliada a la oligarquía pro-neoliberal, sigue el guion heredado: se le ve feliz atendiendo a las corporaciones extranjeras (Nestlé) y grandes machuchones. Lo que sigue es acordar con esa mafia la entrega de chivos expiatorios para renegociar con Trump nuestra soberanía, en lugar de empoderar el movimiento popular. De Morena no puede esperarse deje de funcionar como un mercado exclusivo donde se ofertan puestos, carteras, secretarías, encuesta y candidaturas. Precisamente este cínico espectáculo antidemocrático de corrupción, menosprecio y traición, es otra causa atrayente del fascismo.
Perfiles fascistas
De acuerdo a Rob Riemen, si un populista niega la realidad, confirma la presencia del fascismo. Con la negación, el fascista protege su ego; inconscientemente activa ese mecanismo, defendiéndose de algo emocionalmente inaceptable. Sus respuestas instintivas son rechazar la crítica, sobornar la prensa y culpar a otros de los errores y desvíos en su gobernanza. A quienes se quejan de la corrupción, inseguridad, impunidad y abusos del poder los aísla, descalifica, reprime o criminaliza: “prefiere autoridad en lugar de libertad; jerarquia a igualdad, y respeto en lugar de fraternidad”. Al resto de ciudadanos los adormece con paternalismo, verdades a medias y mentiras completas, advirtiéndoles que de no gobernar él, la situación sería peor. Eso dijo el régimen anterior y dice el actual que presumiéndose retóricamente antineoliberal continúa acotando la cultura, las artes y la legalidad, herramientas necesarias para contener el fascismo. Sin poesía, filosofía, literatura, teatro, historia no pueden comprenderse a fondo las causas de la injusticia, explotación e inequidad. Su fomento y desarrollo son un peligro para el poder, por ello en la educación y cultura se dejaron intactos los perfiles fascistas de individualismo y superioridad. Aún se premia la ignorancia y la estupidez. Sobre esto, Jesús Quintero, periodista español, expresó en 2012:
Siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia siempre se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida, de no importarle nada que pueda oler levemente a cultura… Los analfabetos de hoy son los peores porque en la mayoría de los casos han tenido acceso a la educación, saben leer y escribir, pero no ejercen. La gente que no lee … quiere que la diviertan o que la distraigan, aunque sea con los crímenes más brutales o con los más sucios trapos de portera. Esos son socialmente la nueva clase dominante.
El alma de un fascista, si la conserva, está infectada de resentimiento, narcisismo, ignorancia y odio por lo diferente. Cuando interviene en política expresando desprecio prepara o instaura al fascismo (Albert Camus). Roger Griffin (historiador británico) definió al fascismo como la dictadura terrorista y descarada de los elementos más reaccionarios, patrioteros e imperialistas del capital financiero”.
Miedo y valentía en el Fascismo
Esto del miedo lo visualizó Franklin D. Rossevelt en 1933 diciendo que de lo único que se debería tener miedo es del miedo mismo. Sin el miedo, simplemente el fascismo no fermenta. Junto con el odio es eficaz anestésico social y facilita la llegada de Mesías tipo Milei, Trump y Hitler quienes, auxiliados por la propaganda, promueven la eliminación de los enemigos del pueblo: “zurdos de mierda”, “migrantes criminales” y “judíos comunistas” respectivamente. A la gente conformada, se le induce el miedo al rechazo; tanto, que el individuo, presa de la presión social prefiere sumarse a la percepción general como se muestra aquí https://www.youtube.com/watch?v=qHvjb_UmIsU .
De la valentía, el académico traductor de libro Ana Karenina al italiano, Leone Ginzburg, es un digno ejemplar. Él fue uno de los diez profesores (1100) que se negaron a firmar lealtad a Mussolini. Sabía que sin la libertad, la cultura no puede existir. Luego, si el fascismo combate la cultura, la libertad, aunque presuma defenderla, es una patraña. Ginzburg fue encarcelado y torturado hasta la muerte por los nazis. Su esposa Natalie escribió esta belleza:
Pienso que (a los hijos) se les debe enseñar no las pequeñas virtudes sino las grandes. No el ahorro sino la generosidad y la indiferencia respecto al dinero; no la prudencia, sino el valor y el desprecio del peligro; no la astucia sino la franqueza y el amor a la verdad; no la diplomacia sino el amor al prójimo y la abnegación; no al deseo al éxito sino el deseo de ser y de saber. (Texto de las Pequeñas virtudes).
Vacuna vs el fascismo
Miguel de Unamuno, filósofo y escritor español sentenció que el fascismo se curaba leyendo, porque razonar lo mata. Conforme más cultura hay, más espacios libres buscan la verdad sobre el hombre y la existencia humana. Esto explica porque el político infectado del virus fascista, desprecia, persigue y criminaliza a los activistas (generalmente cultos): ¡le muestran una realidad incómoda y exhiben sus mentiras! Por supuesto, la vacuna debe contener, necesariamente, dosis de valentía, amor y solidaridad cuyo efecto colateral permite distinguir una cultura farsante (enajenante) de aquella que libera y detona el sentido existencial. Vacunarse es urgente porque la época fascista de occidente ya comenzó. Detener esta tendencia mortífera requiere avanzar juntos: “Es una lucha que, por nosotros y las generaciones futuras, no podemos perder”, dijera el senador estadunidense, Bernie Sanders.
Para terminar, se cita lo dicho por el conservador francés, Alex de Tocqueville, sobre EE.UU:
siempre ha sido un país con semilla fascista. La verdad, el bien y la belleza no existen pues todo aquello que pueda significar algo no significa nada, ha perdido validez universal. Cada ciudadano es ajeno al destino de los demás.