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“Usted que trabaja en medios de comunicación, ¿se acuerda de aquellos tiempos cuando hacer periodismo era investigar, ir al lugar de los hechos, entrevistar a las “partes involucradas”, desafiar la “autocensura”, pelear en el comité de redacción por la publicación -porque usted se comprometió con esas víctimas a dar a conocer su tragedia, y usted tiene en alta estima el valor de la palabra, por eso eligió el periodismo-, regresar al lugar y mostrar a esas dolientes la nota (que a usted le costó la enésima amenaza de despido, -o se lo confirmó, claro-)?
“¿Recuerda cuando las notas se sacaban de la realidad y no de las redes sociales? ¿Se acuerda de cuando el gafete de “PRENSA”, más que de orgullo e impunidad, era símbolo de compromiso ético?
“¿No hubo un tiempo en que peleaba la nota con otros periodistas y no con influencers que ni siquiera saben redactar la descripción de sus videos? ¿Aquellos días donde el enemigo era la dádiva, el chayote, el sobre con billetes, la información no confirmada? Y no como ahora, las amenazas de muerte -cumplidas no pocas veces-, o los hostigamientos virtuales de bots de uno y otro signo. Además, claro, del tribunal mañanero con el que el Supremo reparte bofetadas y caricias.
“¿Dónde están los grandes reportajes, el periodismo de investigación, las notas exclusivas, las preguntas incisivas, la redacción impecable, la dicción correcta, la imagen donde la nota no es el periodista sino la realidad?
“Seguid el hilo de Ariadna, tal vez dentro del laberinto encontraréis lo que les hizo elegir el periodismo como profesión… y maldición.”