Por: HUGO FIDEL MORALES
El deporte, desde la antigua Grecia, ha sido una manifestación de la búsqueda de la perfección humana, un símbolo de civilización y un componente esencial en la educación. Sin embargo, en la actualidad, la práctica deportiva refleja no solo los valores culturales, sino también las dinámicas sociales y económicas de cada nación. Un ejemplo claro de este contraste lo encontramos al comparar los sistemas deportivos de México y Cuba, dos países con realidades económicas y sociales profundamente diferentes, pero que enfrentan desafíos comunes en el ámbito deportivo.
En Cuba, el deporte ha sido tradicionalmente una cuestión de Estado, profundamente enraizada en la cultura nacional. A pesar de las limitaciones económicas, el país caribeño ha logrado destacarse en disciplinas deportivas a nivel internacional gracias a un sistema que prioriza la formación y el desarrollo integral de los atletas desde temprana edad. El deporte en Cuba no solo es una herramienta de salud y recreación, sino también un medio para alcanzar la excelencia y proyectar la imagen del país en el mundo. Este enfoque, basado en la igualdad de oportunidades y en un fuerte apoyo gubernamental, contrasta drásticamente con la situación en México.
México, por otro lado, refleja cómo la comercialización y la monetización han dominado el ámbito deportivo, relegando a un segundo plano la búsqueda de la perfección y la salud humana. A pesar de ser una de las economías más grandes del mundo, con recursos que podrían permitir un desarrollo deportivo robusto, la realidad es que el deporte mexicano se encuentra rezagado. Esto es evidente en la actuación de la selección de fútbol, el deporte más popular en el país, que no logra superar la primera fase en torneos internacionales, a pesar de contar con mejores recursos que muchos de sus rivales.
Este rezago se explica en gran medida por la desigualdad económica que caracteriza a México. En un país donde la riqueza está concentrada en unas pocas manos y donde la mayoría de la población vive bajo la línea de pobreza, el deporte se convierte en un lujo al que pocos pueden acceder. La falta de seguridad laboral, los bajos salarios y el encarecimiento de la vida han hecho que la actividad física y el deporte sean una prioridad secundaria para la mayoría de los mexicanos, que luchan por llegar a fin de mes.
Además, la estructura institucional del deporte en México presenta serias deficiencias. Organismos como la CONADE, encargada de promover el deporte y acercarlo a la ciudadanía, se han mostrado ineficaces y, en muchos casos, corruptos. La falta de transparencia y los escándalos de nepotismo y corrupción, como el denunciado por la clavadista Carolina Mendoza respecto al proceso de selección para representar a México en los Juegos Olímpicos, evidencian un sistema que favorece los intereses privados sobre el bien común. Estas prácticas no solo afectan el rendimiento deportivo, sino que también desalientan la participación de nuevos talentos.
En este contexto, la comparación con Cuba se hace más evidente. Mientras que en la isla caribeña el deporte es una vía de superación y un derecho al que todos tienen acceso, en México se ha convertido en un reflejo de las desigualdades sociales y económicas. La dominación comercial y monetaria en el deporte mexicano no solo afecta el rendimiento en competiciones internacionales, sino que también socava los valores fundamentales que el deporte debería promover.